Dicho coloquio comenzó con un vídeo hecho por Amnistía en el que se daba a conocer a los presentes qué países continúan ejerciendo a día de hoy la condena a muerte.
Tras ver el vídeo, Shujaa se presentó e inició la presentación de su historia. Para ello, en vez de responder una a una las preguntas preparadas, prefirió contarnos el relato seguidamente.
Comenzó desde su nacimiento. Este estadounidense de raza negra nació en una plantación sureña de Lake Providence, en una América cuya sociedad estaba completamente segregada, durante la década de los cincuenta. Siendo un adolescente, Shujaa se trasladó a California con su hermano y con su abuela, con el propósito de llevar una vida más próspera y estable. A lo largo de su pubertad pasó gran parte del tiempo en centros e instituciones de menores, hasta que finalmente, por un delito de hurto es destinado a prisión a los 18 años de edad.
Una vez encerrado, Shujaa decidió estudiar y formarse académicamente. Aprendió a leer y a escribir, se licenció en historia y empezó a crecer en él una preocupación por asuntos internacionales. En muy poco tiempo, pasó de ser un preso prácticamente analfabeto a protagonizar la revolución a favor de la igualdad de la raza negra en la prisión.
Shujaa nos explicó cómo a partir de este momento su vida cambiaba. Nos comentó, que al principio, por así decirlo, daba discursos a la nada, que nadie le atendía e incluso que los funcionarios de prisión se burlaban de él; llegaron incluso a apalizarle para hacerle callar, pero no se rindió, y poco a poco, todo su trabajo dio su fruto.
Un tiempo después, la justicia estadounidense decidió que Shujaa presuntamente había participado en el asesinato de un guardia de prisión y fue trasladado al corredor de la muerte de San Quintín en el año 1973.
"Meses después de esta sentencia, un par de estudiantes comenzaron a visitarme de forma continuada prometiéndome que me sacarían de allí y no dejaban de darme ánimos"-comentó Shujaa.
Mientras cumplía con su sentencia en el corredor, conoció a Phillips, que trabajaba como enfermera en la penitenciaría. Ambos bromeaban con las visitas de este a la enfermería y con que él tenía un comportamiento muy antipático y se negaba a charlar con ella, pero más adelante, acabó cediendo.
Retomando el tema principal, fue en el año 1976, cuando, tras varios juicios, fue condenado a muerte.
A medida que avanzaba su discurso, eran notables su rabia y su tristeza en su entonación y en sus gestos; en sus ojos comenzaba a brotar el llanto y su voz se veía ahogada y afectada por esos dos sentimientos.
"Fue muy angustioso: me levantaba cada día con la sensación de que podía ser el último, y lo peor es que me terminé acostumbrando a esa sensación"-dijo con un tono melancólico.
Finalmente, tras vivir en esa pesadilla constante, fue liberado de la pena de muerte en el año 1979. Sin embargo, no fue declarado inocente hasta 1981, año en el que también fue puesto en libertad. Shujaa puso fin a su relato entre lágrimas, explicando cómo él ganó su libertad y demostró su inocencia a pesar de que el sistema actuaba en su contra.
Para terminar el acto, Phillips animó a cantar a toda la sala una canción en inglés: "We who believe in freedom".
Tras ver el vídeo, Shujaa se presentó e inició la presentación de su historia. Para ello, en vez de responder una a una las preguntas preparadas, prefirió contarnos el relato seguidamente.
Comenzó desde su nacimiento. Este estadounidense de raza negra nació en una plantación sureña de Lake Providence, en una América cuya sociedad estaba completamente segregada, durante la década de los cincuenta. Siendo un adolescente, Shujaa se trasladó a California con su hermano y con su abuela, con el propósito de llevar una vida más próspera y estable. A lo largo de su pubertad pasó gran parte del tiempo en centros e instituciones de menores, hasta que finalmente, por un delito de hurto es destinado a prisión a los 18 años de edad.
Una vez encerrado, Shujaa decidió estudiar y formarse académicamente. Aprendió a leer y a escribir, se licenció en historia y empezó a crecer en él una preocupación por asuntos internacionales. En muy poco tiempo, pasó de ser un preso prácticamente analfabeto a protagonizar la revolución a favor de la igualdad de la raza negra en la prisión.
Shujaa nos explicó cómo a partir de este momento su vida cambiaba. Nos comentó, que al principio, por así decirlo, daba discursos a la nada, que nadie le atendía e incluso que los funcionarios de prisión se burlaban de él; llegaron incluso a apalizarle para hacerle callar, pero no se rindió, y poco a poco, todo su trabajo dio su fruto.
Un tiempo después, la justicia estadounidense decidió que Shujaa presuntamente había participado en el asesinato de un guardia de prisión y fue trasladado al corredor de la muerte de San Quintín en el año 1973.
"Meses después de esta sentencia, un par de estudiantes comenzaron a visitarme de forma continuada prometiéndome que me sacarían de allí y no dejaban de darme ánimos"-comentó Shujaa.
Mientras cumplía con su sentencia en el corredor, conoció a Phillips, que trabajaba como enfermera en la penitenciaría. Ambos bromeaban con las visitas de este a la enfermería y con que él tenía un comportamiento muy antipático y se negaba a charlar con ella, pero más adelante, acabó cediendo.
Retomando el tema principal, fue en el año 1976, cuando, tras varios juicios, fue condenado a muerte.
A medida que avanzaba su discurso, eran notables su rabia y su tristeza en su entonación y en sus gestos; en sus ojos comenzaba a brotar el llanto y su voz se veía ahogada y afectada por esos dos sentimientos.
"Fue muy angustioso: me levantaba cada día con la sensación de que podía ser el último, y lo peor es que me terminé acostumbrando a esa sensación"-dijo con un tono melancólico.
Finalmente, tras vivir en esa pesadilla constante, fue liberado de la pena de muerte en el año 1979. Sin embargo, no fue declarado inocente hasta 1981, año en el que también fue puesto en libertad. Shujaa puso fin a su relato entre lágrimas, explicando cómo él ganó su libertad y demostró su inocencia a pesar de que el sistema actuaba en su contra.
Para terminar el acto, Phillips animó a cantar a toda la sala una canción en inglés: "We who believe in freedom".
La conclusión obtenida tras este acto por una parte fue positiva, ya que es un orgullo conocer a gente como Shujaa y Phillips, que han luchado y luchan de forma tan valiente y exhaustiva contra una injusticia e inquebrantación del derecho a la vida como es la pena de muerte.Pero por otro lado está esa sensación de vergüenza ajena en base a que la sociedad necesite ayuda para hacerla ver todas las atrocidades que nosotros mismos hemos normalizado hasta el punto de estar a favor de ellas.
Post sobre el acto en el blog de Amnistía Internacional España
PABLO BERNÁEZ CUESTA (B2D)
Haga clic en la imagen para ver el resto de fotografías.
CARTEL: José Bellver y Juan Morales (E4C) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario